Un Sueño Extraño
Esta no es una experiencia paranormal corriente. Es simplemente un sueño muy extraño. Ya se verá por qué.
Soñaba que estaba con mi novia en una ciudad del Caribe. Estábamos en un pueblo indio, o más bien un barrio indio. Había grandes casas y edificios de barro. Todo era de color marrón. Las calles anchas. Era muy pobre todo. Yo salía una tarde a dar una vuelta por el barrio, que no conocía pues había estado, creo, mucho tiempo en casa. Me sorprendía descubrir que el barrio era enorme y que había incluso restaurantes. Eso no lo sabía yo. Volvía a casa a recoger a mi novia, pero algo ocurrió que me impidió llegar.
Me encontré de pronto en otro lugar de la ciudad. Una avenida, con casas de dos y tres pisos, de madera. Había un bandejón. Me había extraviado. Estaba a un lado de la avenida, entrando a un estrecho callejón. Me encuentro con un joven de origen asiático, que me pregunta qué me ocurre. Le digo que estoy extraviado. En ese momento miro hacia el otro lado de la avenida y veo una casa que tiembla o algo parecido, pues caen escombros desde su segundo piso. Me acerco a mirar y descubro que es una multitud de gente agolpándose contra sus vallas. Otros han entrado a la casa y arrojan por el balcón muebles destruidos y otras cosas. El asiático a mi lado también mira sorprendido. Veo de pronto que entre el gentío en la terraza de la casa hay un individuo apuntando hacia nosotros con un rifle, y disparando. Aviso al desconocido, y me arrojo al suelo cubriéndome la cabeza. Estoy detrás de unos matorrales. El desconocido se aleja y me dice que lo siga, que cree que mi barrio queda cerca de ahí.
Cruzamos el callejón. Al final hay un muro que debemos saltar. Pero yo no puedo. Descubro una pequeña puerta, semi-oculta, que empujo. Llegamos a otro callejón, mucho más estrecho. Ahí está la casa del asiático. Me hace entrar. Vive ahí con su hijito y su padre. Es un cuchitril bajísimo -debo inclinarme para entrar y seguir inclinado estando dentro. El padre se pone a cocinar. Echa unas lechugas o berzas en una cacerola. Algo no me gusta y decido salirme de ahí. Tengo miedo de que me ataquen. Creo que son caníbales.
Vuelvo nuevamente a la avenida. Creo que la cruzo, pero no logro saber dónde estoy. Me encuentro casualmente con un compatriota. No sé cómo comenzamos a hablar. Le digo: "Le voy a contar un sueño que tuve, que será la base de un cuento que escribiré. Se lo cuento porque puedo olvidarlo. Contándoselo a usted, podré recordarlo". Llegamos -creo que en un vehículo, pero no estoy seguro- a un restaurante que es propiedad de otro compatriota. En realidad, ahí parece que se reúnen la gente de mi país en esa ciudad. Es un restaurante marítimo y ofrecen diversas sopas de pescado.
El sueño que le cuento es el siguiente: "Soñé que me extraviaba en una ciudad y que alguien comenzaba a dispararme entre la multitud. Y tenía que descubrir por qué". Ahora recuerdo vagamente que la historia era más larga, pero no sé más. El hombre me miraba. Otro le preguntaba quién era yo. Y el desconocido respondía, cerrando el asunto: "Un traductor".
Me marchaba del restaurante y subía a la colina. Arriba llegaba de pronto a mi barrio indio. Descubría ahora que entre las casas y edificios había enormes libreros -de hasta dos pisos- pulcramente colocados junto a las calles. Entro por una avenida y sé que, aunque estoy en mi barrio, así no llegaré a casa. Decido entonces invocar a mi novia. La llamo quedamente y me acerco a un arco. La escalera lleva a un subterráneo. Aparece mi novia, subiendo. De un edificio al lado bajan tres chicas, riéndose, llenas de pañuelos, muy oníricas. Mi novia se ve muy cansada, pero sonríe. "He descubierto algo increíble", le digo. "¡En el barrio hay restaurantes!"Pero no es lo que le quiero mostrar.
La llevo dulcemente por una calle y llegamos de pronto, en la colina, a una calle que da a un río, en una región muy verde, soleada, con casas de dos y tres pisos a sus lados -como si estuviéramos en el Rin. Me doy cuenta de que me he equivocado ¡de paisaje! Veo que ella se inquieta y la alejo rápidamente de ahí. Busco otra calle y finalmente encuentro una que baja hacia un río -pero no él mismo. Bajamos lentamente por un sendero estrecho y sinuoso y debemos pasar por una calle con casas de barro y muy ancha. Nos parece un paisaje muy parecido a Galicia, pero a una Galicia de otra era, desconocida.
Nos acercamos al restaurante donde se reúnen mis compatriotas. Contra el malecón, antes de llegar, rompen fuertemente las olas y el agua se derrama sobre el pavimento. Mi novia se asusta. Y decido entonces -pues vengo en la convicción de mi novia está conmigo en sueños- que el mar pierda su embate. Deja de estar encabritado y ahora las olas chocan suavemente contra el rompeolas. Así llegamos al restaurante.
No sé por qué me interesa tanto mostrarle ese restaurante. Pedimos una sopa de mariscos, pero es muy extraña, ya que nos sirven el líquido, muy poco, separado de las substancias -un marisco que no se conoce en Europa- junto con unas algas y un trozo de pan.
Ese es el sueño. Lo más extraordinario es que, en el sueño, yo mismo decido cambiar algunas circunstancias del mismo: primero, cuando, sin saber cómo ni por qué, aparezco en un paisaje que no corresponde con el sueño -es decir, un río más bien germánico y no la ciudad del Caribe donde estoy- y, luego, cuando decido que las olas no deben romper con tanta fuerza contra el malecón para no asustar a mi novia.
Le pregunté a mi novia qué había soñado. Pero aunque yo aparezco en su sueño, este no se parece en nada al mío.
Soñaba que estaba con mi novia en una ciudad del Caribe. Estábamos en un pueblo indio, o más bien un barrio indio. Había grandes casas y edificios de barro. Todo era de color marrón. Las calles anchas. Era muy pobre todo. Yo salía una tarde a dar una vuelta por el barrio, que no conocía pues había estado, creo, mucho tiempo en casa. Me sorprendía descubrir que el barrio era enorme y que había incluso restaurantes. Eso no lo sabía yo. Volvía a casa a recoger a mi novia, pero algo ocurrió que me impidió llegar.
Me encontré de pronto en otro lugar de la ciudad. Una avenida, con casas de dos y tres pisos, de madera. Había un bandejón. Me había extraviado. Estaba a un lado de la avenida, entrando a un estrecho callejón. Me encuentro con un joven de origen asiático, que me pregunta qué me ocurre. Le digo que estoy extraviado. En ese momento miro hacia el otro lado de la avenida y veo una casa que tiembla o algo parecido, pues caen escombros desde su segundo piso. Me acerco a mirar y descubro que es una multitud de gente agolpándose contra sus vallas. Otros han entrado a la casa y arrojan por el balcón muebles destruidos y otras cosas. El asiático a mi lado también mira sorprendido. Veo de pronto que entre el gentío en la terraza de la casa hay un individuo apuntando hacia nosotros con un rifle, y disparando. Aviso al desconocido, y me arrojo al suelo cubriéndome la cabeza. Estoy detrás de unos matorrales. El desconocido se aleja y me dice que lo siga, que cree que mi barrio queda cerca de ahí.
Cruzamos el callejón. Al final hay un muro que debemos saltar. Pero yo no puedo. Descubro una pequeña puerta, semi-oculta, que empujo. Llegamos a otro callejón, mucho más estrecho. Ahí está la casa del asiático. Me hace entrar. Vive ahí con su hijito y su padre. Es un cuchitril bajísimo -debo inclinarme para entrar y seguir inclinado estando dentro. El padre se pone a cocinar. Echa unas lechugas o berzas en una cacerola. Algo no me gusta y decido salirme de ahí. Tengo miedo de que me ataquen. Creo que son caníbales.
Vuelvo nuevamente a la avenida. Creo que la cruzo, pero no logro saber dónde estoy. Me encuentro casualmente con un compatriota. No sé cómo comenzamos a hablar. Le digo: "Le voy a contar un sueño que tuve, que será la base de un cuento que escribiré. Se lo cuento porque puedo olvidarlo. Contándoselo a usted, podré recordarlo". Llegamos -creo que en un vehículo, pero no estoy seguro- a un restaurante que es propiedad de otro compatriota. En realidad, ahí parece que se reúnen la gente de mi país en esa ciudad. Es un restaurante marítimo y ofrecen diversas sopas de pescado.
El sueño que le cuento es el siguiente: "Soñé que me extraviaba en una ciudad y que alguien comenzaba a dispararme entre la multitud. Y tenía que descubrir por qué". Ahora recuerdo vagamente que la historia era más larga, pero no sé más. El hombre me miraba. Otro le preguntaba quién era yo. Y el desconocido respondía, cerrando el asunto: "Un traductor".
Me marchaba del restaurante y subía a la colina. Arriba llegaba de pronto a mi barrio indio. Descubría ahora que entre las casas y edificios había enormes libreros -de hasta dos pisos- pulcramente colocados junto a las calles. Entro por una avenida y sé que, aunque estoy en mi barrio, así no llegaré a casa. Decido entonces invocar a mi novia. La llamo quedamente y me acerco a un arco. La escalera lleva a un subterráneo. Aparece mi novia, subiendo. De un edificio al lado bajan tres chicas, riéndose, llenas de pañuelos, muy oníricas. Mi novia se ve muy cansada, pero sonríe. "He descubierto algo increíble", le digo. "¡En el barrio hay restaurantes!"Pero no es lo que le quiero mostrar.
La llevo dulcemente por una calle y llegamos de pronto, en la colina, a una calle que da a un río, en una región muy verde, soleada, con casas de dos y tres pisos a sus lados -como si estuviéramos en el Rin. Me doy cuenta de que me he equivocado ¡de paisaje! Veo que ella se inquieta y la alejo rápidamente de ahí. Busco otra calle y finalmente encuentro una que baja hacia un río -pero no él mismo. Bajamos lentamente por un sendero estrecho y sinuoso y debemos pasar por una calle con casas de barro y muy ancha. Nos parece un paisaje muy parecido a Galicia, pero a una Galicia de otra era, desconocida.
Nos acercamos al restaurante donde se reúnen mis compatriotas. Contra el malecón, antes de llegar, rompen fuertemente las olas y el agua se derrama sobre el pavimento. Mi novia se asusta. Y decido entonces -pues vengo en la convicción de mi novia está conmigo en sueños- que el mar pierda su embate. Deja de estar encabritado y ahora las olas chocan suavemente contra el rompeolas. Así llegamos al restaurante.
No sé por qué me interesa tanto mostrarle ese restaurante. Pedimos una sopa de mariscos, pero es muy extraña, ya que nos sirven el líquido, muy poco, separado de las substancias -un marisco que no se conoce en Europa- junto con unas algas y un trozo de pan.
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11 comentarios
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vicent -
En muchos de mis sueños he cambiado escenas que no me agradaban.
A los 8 años tuve una pesadilla. Mejor dicho tuve 3, porque me acuerdo que en el momento de mas miedo, y al saberme soñando, cambiaba de sueño, como aquel que cambia de canal para caer en otra de las pesadillas. Lo pasé mal pero acabé despertando.
Otra cosa curiosa... cuando he soñado algo que me ha hecho sufrir he podido despertar a voluntad si he tomado conciencia que era un sueño.
La verdad que esos sueños son muy curiosos pero como te he dicho no soy experto y no se porque se producen.
pepa -
Además tienes conciencia explícitamente de que estás en un sueño (en el sueño le cuentas a un asiático el sueño para que no se te olvide). Otra característica esta de los lúcidos, creo.
la novia -
En una villa de costa como del norte de España.
la novia -
Divertido: para ello, el amigo (tuyo/nuestro en la vida real) aparece trabajando en una tienda de electrodomésticos, que es donde te reúnes con él en el sueño. Será esto para explicar que yo pueda acceder a los sonidos que emites/-ís en el sueño.